jueves, 15 de abril de 2010

Desmanicomializar la Provincia de Córdoba: Una locura Sanitaria sumamente razonable.


*Por Emilio Iosa


“Vivenciar el manicomio es ver destrozada la creatividad, anestesiada la capacidad de sentir, mortificada nuestra condición humana y traicionadas las mejores vocaciones” dice el Dr. Jorge Pellegrini, actual vicegobernador de San Luis y pionero de la desmanicomialización puntana, en su libro “Salud es sin encierros”.

Esta frase nos golpea a los cordobeses con inusitada crudeza en la medida que puede ser leída como propia por el individuo participante de un equipo de salud, por el que estudia o enseña la teoría en la academia y por quien forma parte de una sociedad que contempla atónita y muchas veces “indiferente” una discusión histórica desde el punto de vista sanitario y social como es la “Ley de Salud Mental” y la puesta en práctica del “Plan de Reforma del Sistema de Salud Mental” encarado por el Estado Cordobés.

La frase del Dr. Pellegrini nos golpea en la medida que nos empuja a asumir, como individuos y como sociedad, una posición crítica con respecto al “Manicomio” (que es actualmente en nuestra provincia y lo ha sido desde su creación) parte casi excluyente dentro de “la oferta en salud mental”.

Esta oferta es para la Organización Mundial de la Salud y para muchos estados democráticos del mundo incuestionablemente obsoleta.

Obsoleta en la medida que destroza nuestra creatividad como sociedad y como miembros del equipo de salud, en la medida que anestesia nuestra capacidad de sentir, en la medida que mortifica la condición humana de la persona internada, de su familia, de su comunidad y de todo el equipo de individuos que ven traicionadas, a diario y repetidamente, sus mejores vocaciones.

Obsoleta desde el punto de vista médico y sanitario ya que no resuelve, ni acompaña sino que esconde y acumula.

Es obsoleta desde el punto de vista del derecho en la medida que significa una evidente restricción de la libertad individual y colectiva, cercenando con abrumadora impunidad el principio de autonomía.

“El Manicomio” es una oferta sanitaria a todas luces obsoleta.

También lo es desde el punto de vista legal en la medida que no cumple con la resolución 46/119 del año 1991 en la que Naciones Unidas fija los “Principios de Protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la Salud Mental”.

Tampoco acompaña a la “Declaración de la Asociación Mundial de Psiquiatría de 1989” (órgano consultor de Organización Mundial de la Salud) donde se decía como novedoso, hace ya 21 años, que “la internación compulsiva es una gran infracción a los derechos humanos y a las libertades fundamentales del paciente y debe llevarse a cabo con el principio de mínima restricción”

Esto último sumado a que la Convención Americana sobre Derechos Humanos del año 1979, conocida como “Pacto de San José de Costa Rica” (que tiene rango constitucional en nuestro país desde la reforma del 94) reconoce a los pacientes psiquiátricos los derechos de respeto por su vida, por su integridad física, psíquica y moral; reconoce también su derecho a la libertad y seguridad, a ser oídos por los jueces, a no ser discriminados etc.

“El Manicomio” como vemos, tal cual es, debe ser sin dudas aceptado como una oferta sanitaria obsoleta por los cordobeses. Y aquí comienza el desafío.

Pero en los temas complejos, complejas son las discusiones y múltiples las aristas discursivas utilizadas tanto por los defensores del manicomio (si es que existen aún tales rarezas) como por aquellos que intentamos poner en cuestión lo que en sociedad fuimos construyendo con el correr del tiempo como “la oferta de salud mental” en nuestra provincia: un monstruo hipertrofiado, inhumano e ineficaz y por sobre todas las cosas “obsoleto” llamado manicomio.

Pero por desgracia existe un tercer grupo en pugna, que escondiéndose tras el discurso “desmanicomializador y progresista” boicotea en la práctica concreta todo el esfuerzo político y del equipo de salud apuntado en esa dirección ya que en el fondo responde a intereses personales y corporativos que necesitan del manicomio para perpetuar sus beneficios.

Por otro lado es de esperar (y es deseable que así sea) que los amantes de las cifras sanitarias apunten sin dudar a los gastos, a descubrir en concreto si el estado invierte bien el dinero de los cordobeses y si por lo tanto “produce” buenos resultados sanitarios…

Pues bien, es en este caso y de manera llamativa, el propio Estado Cordobés el que está dispuesto a desenmascarar mediante estudios independientes y multicéntricos la ineficacia del manicomio.

“El 75% del presupuesto en salud mental de la Provincia de Córdoba es devorado por tres o cuatro instituciones psiquiátricas de modelo manicomial, por lo que vemos invertido el dinero de los cordobeses en algo declarado por “el mundo sanitario” como arcaico (si sólo de dinero se tratara la discusión) y por eso estamos convencidos de que es necesario encarar esta reforma” asegura el Dr. Emilio Filiponi, Director de Salud Mental de la Provincia.

Por lo visto, si de dinero se trata, la oferta de salud mental actual no es la más eficaz, es decir que no está produciendo buenos índices sanitarios, que son al fin y al cabo unos números helados que expresan nada más ni nada menos, si nuestro sistema de salud mental ayuda o no a las personas que lo necesitan a mejorar su calidad de vida.

Y si se trata de derechos humanos y de salud, de resultados sanitarios, de familia y participación comunitaria, de libertades individuales, de tolerancia y de diversidad, el “manicomio” tampoco puede sostenerse.

Porque ya no se sostiene el paradigma que lo cimienta y que consiste en un concepto colectivo de la salud mental que está siendo puesto seriamente en cuestión por todos los actores involucrados.

¿Y si se trata de trabajo?

¿Puede sostenerse un sistema herrumbrado y disfuncional con la excusa de “preservar” los puestos de trabajo de un equipo de salud que se fue “formando” con el correr de los años, a su servicio?

¿Puede ser “el miedo a perder el empleo” utilizado a manera de chicana para mantener al equipo de salud atrincherado defendiendo la existencia inalterable de este monstruo?

¿No es esta uno forma vil de subestimar al trabajador sanitario destrozando nuestra creatividad, anestesiando nuestra capacidad de sentir, mortificando nuestra condición humana y traicionando nuestras mejores vocaciones?

¿Es acaso que no nos creemos capaces como trabajadores de la salud, como intelectuales, como sociedad en conjunto, de “deconstruir el manicomio” y asumir el desafío tremendo que significa consensuar el sistema de salud mental que queremos los cordobeses?

Para ello necesitaremos puestos “de trabajo”.

Y de “mucho trabajo” si pretendemos estar a la altura de la historia, por lo que “la hipótesis del despojo y el desmantelamiento” esgrimida por los defensores de la estructura manicomial actual deberá ser apuntalada con mejores argumentos.

Deberemos esforzarnos en “transformar y deconstruir” nuestras propias construcciones edilicias y mentales.

Necesitaremos de gente que se sienta capaz de soñar un gran cambio sanitario y que se sepa invitada a discutir y generar el consenso necesario, desde la diversidad centrada en la honestidad, para llevar adelante este Plan de Reforma del Sistema de Salud Mental de la Provincia de Córdoba y para enriquecer la discusión del “Proyecto de Ley de Salud Mental” presentado al poder Legislativo por el Estado Cordobés, más allá de las mezquindades partidarias, políticas e ideológicas que siempre nos han llevado al naufragio.

Por suerte y para ejemplo de todos, ya existen instituciones psiquiátricas en nuestra provincia que han encarado honestamente este cambio, tal es el caso del equipo de salud del Hospital Colonia Santa María, liderado por el Dr. José Luis Fitó.

El mismo, expresó una frase que creo memorable en este sentido, cuando en el año 2005 le pregunté personalmente sobre el porqué de su trabajo, en el marco del video documental “Santa María de Punilla, ruega por nosotros pecadores”.

“La realidad es esta y no la acepto. No digo resignadamente es ésta. Digo es ésta y ahora veamos cómo la cambiamos” expresó Fitó.

Parece que el Estado Cordobés, en este caso, está dispuesto a generar los espacios de debate y participación, ya que partiendo de un escenario oscuro y hostil como es el manicomio, pretende generar los dispositivos de contención externa y comunitaria que permitan la accesibilidad de las personas al sistema de salud mental.

Y esto teniendo en cuenta que “la externación se presenta entonces, no sólo como una estrategia médica sino como una estrategia social, que involucra al conjunto de los actores de una comunidad” según el informe del Centro de Estudios Legales y Sociales para la Argentina (CELS).

Pues bien, creo que desde el lugar de las Organizaciones No Gubernamentales nos toca acompañar al Estado Cordobés en esta gesta, enriquecer la discusión, poner a prueba nuestra capacidad creativa y colaborar codo a codo con las instituciones del estado para “hacer posible el cambio cultural capaz de lograr que la población adquiera las ventajas del mayor conocimiento y destierre los prejuicios y preconceptos que permitan poner en la picota a los manicomios y al ideario que los sostiene” tal como sugiere el Dr. Jorge Pellegrini.

En fin, Desmanicomializar la Provincia de Córdoba es a mi entender “una locura sanitaria” teniendo en cuenta la envergadura del desafío, las poderosas resistencias y el tiempo de anquilosamiento del antiguo paradigma. Pero como hemos podido desglosar, es una “locura sanitaria sumamente razonable”.

Creo que Córdoba puede. Porque tiene el antecedente de una sociedad capaz, cuando se lo propone, de emprender con entusiasmo este tipo de gestas revolucionarias.


Emilio Iosa

Médico - Magíster en Salud Pública

Presidente de Fundación Deuda Interna

emilioiosa@deudainterna.org

www.deudainterna.org