Transcurriendo el último día de trabajo de la “Comisión Nacional de Investigación del Genocidio para el Resarcimiento Histórico de los Pueblos Originarios de Argentina” y luego de tomar testimonios durante varios días a todos los abuelos Wichí cuya memoria intentaba filtrarse entre las rejas del miedo, del dolor y del olvido, el presidente de la comunidad de Misión Wichí, de la localidad salteña de Rivadavia Banda Sur, se acercó a la casa donde descansábamos para hacernos un último pedido.
Quería que tomemos un testimonio final antes de retirarnos en la madrugada de ese Mayo del “Bicentenario Argentino” que se apagaba para siempre.
Teníamos que asistir a un hogar en donde acababa de morir un niño Wichí, de desnutrición, según nos dijeron, como tantos otros.
Aunque la noticia nos golpeó a todos, me alegró saber que la familia estaba dispuesta a contar su versión de los hechos y de la situación insoportable de su pueblo, dejando de acumular dolor para escupirlo frente a las cámaras que llevábamos como eléctricos testigos.
Nos comprometimos a ir. Antes de emprender el regreso, los miembros de la flamante “Comisión de Investigación del Genocidio” debíamos hacer un último esfuerzo y dar un salto desde el dolor pasado, desde la muerte pasada que fuera removida en la memoria de los abuelos del pueblo Wichí en días anteriores, al dolor presente, a la muerte presente de esa última jornada de mayo.
Encontramos llanto y silencio. Encontramos niños mirando sin comprender, encontramos pobreza, marginación y olvido.
Recuerdo que cuando el padre nos hizo señas para que pasemos a filmar al niño que yacía muerto en un catre, el camarógrafo del “Archivo Provincial de la Memoria” me dijo claramente “Yo no filmo eso” a lo que respondí de inmediato “Entonces dame la cámara”.
En un segundo pensé en todas las críticas. En los señalamientos de todos los intelectuales a los que les parece más tremenda la imagen de la muerte que la muerte misma, en el dolor de la familia, en lo sagrado y lo profano.
Pero también pensé en los niños que aún corrían alrededor de aquel hogar, en los hermanos caídos resistiendo la barbarie del Ejército Argentino, que emprendía un genocidio, fríamente calculado, hacia el norte del “Territorio Nacional”, arrasando con la vida de miles de hermanos nuestros con la excusa de “Civilizarlos”.
Pensé en las millones de hectáreas desmontadas años más tarde por las multinacionales sojeras y petroleras. Pensé también en la mirada impotente de los abuelos que quedaron y en la esperanza de los jóvenes firmantes del Primer Manifiesto Wichí hace menos de un año…
Era necesario filmar al padre vivo y al niño muerto.
Era impostergable, la necesidad de filmar a ese niño, pues de no ser así, su muerte se invisibilizaría nuevamente, como la de sus abuelos en la “Campaña del Chaco”.
Un niño Wichí muerto con signos evidentes de desnutrición en la localidad salteña de Rivadavia Banda Sur, República Argentina, año 2010, eso es todo en la imagen.
Todo. Menos de una semana después de que el Gobierno Nacional gastara millones de pesos en un festejo hipócrita y vergonzante, con la excusa del "Bicentenario Argentino".
Estas imágenes fueron filmadas y luego presentadas como prueba en la Corte Suprema de Justicia de la Nación por el Sr. Domingo Vaca, presidente de la Comisión Territorial Wichí de Misión Chaqueña, pionera en la formación de la Comisión Nacional de Investigación del Genocidio para el Resarcimiento Histórico de los Pueblos Originarios de Argentina solicitada en el Documento TIERRA por las comunidades asistentes al Primer Congreso Nacional para la Unión de los Pueblos Originarios de Argentina, en la comunidad Wichí de Misión Chaqueña, el 25 de mayo de 2010.
Lejos de pretender generar un impacto sensacionalista y vacío de contenido, este video silencioso intenta ser el crudo reflejo de un genocidio que no ha finalizado aún, sino que utiliza otros métodos para exterminar definitivamente a los Pueblos Originarios de América: invisibilización y olvido.
Creo que “La Memoria” debe extenderse hasta tiempos inmemoriales y no ser selectiva. Todo lo demás es desmemoria.
Creo que llegó la hora de investigar a fondo el Genocidio de los Pueblos Originarios de América, que como la pus bajo la piel, es inocultable y nos hace mucho daño.
Puede ser que tengamos que asumir (dolorosamente para muchos) que pisamos un “Estado Genocida”. Es cierto. Pero también puede que encontremos en ese “asumir” un horizonte nuevo. Y
encontrar un “Horizonte Nuevo” no es poca cosa en estos días.
*Emilio Iosa-Presidente de Fundación Deuda Interna