Mientras exista sobre la faz de la tierra un solo hombre encadenado ningún otro hombre podrá jamás sentirse libre.
Ernesto “Che” Guevara
El 25 de abril de 2011 a las ocho y media de la mañana recibí un mensaje de texto en mi teléfono móvil. El trabajo y los proyectos de Deuda Interna fueron haciendo (muy a pesar mío) que tenga la obligación de estar “conectado” casi todo el día. No me quejo. Tomo la tecnología como una herramienta para la comunicación entre los nadie y la obligo a trabajar en pos de una causa que valoro justa. Por ello es que recibo muchos mensajes de texto a diario, inclusive muchos casi ilegibles, provenientes de personas que no han tenido la posibilidad de educarse en castellano y mucho menos en su idioma originario, pero que hacen el esfuerzo de buscar un sitio con señal (en algún lugar remoto de este gran territorio diverso que llamamos “Patria”) con la intención de denunciar un desmonte, comunicando una idea fresca para un futuro encuentro, enviando un saludo de afecto o expresando su preocupación sincera a raíz de algún problema que aqueja a la comunidad. Pero este mensaje en particular me dejó turbado y al mismo tiempo me obligó a reflexionar largamente sobre el tema de la dignidad. ¿Qué es la Dignidad? ¿Cuándo nuestros actos son dignos o dejan de serlo? Sin intentar entrar en los terrenos pantanosos de la filosofía y con el anhelo sencillo de reflexionar sobre lo que mis ojos veían en la pantalla inerte del aparato, me transporté imaginariamente a un lugar cualquiera de la Capital Federal. Digamos puntualmente a una plazoleta en Av. De Mayo y 9 de Julio. Pensé en las miles de personas que transitan por ahí a diario. Imaginé los miles de hombres y mujeres que, balanceando rítimicamente su esqueleto, dirigen su fuerza física y mental hacia ninguna parte. Porque muchos de nosotros, aunque creemos manejar a voluntad nuestro destino y aunque estamos convencidos de que nos dirigimos exactamente hacia donde queremos ir, expresamos en nuestra mirada y en los gestos ínfimos pero inocultables de nuestro rostro, lo contrario. Si tuviéramos la muerte en frente, si por un instante pudiésemos barajar la certeza de nuestra finitud mediata y pudiésemos elegir con el corazón una acción y un lugar donde morir, imagino que las calles quedarían prácticamente desiertas en pocos instantes. Miles de nosotros, ante la cercanía de la muerte, aceptaríamos sin dudar un cambio de rumbo en nuestras vidas y en un "acto de dignidad" dejaríamos de dirigirnos hacia donde creíamos hacerlo libremente… Pero vuelvo a la realidad ya que tal vez esto no suceda nunca y regreso en mi relato a lo que sí sucedió. Desde ese preciso lugar, desde esa esquina puntual de Buenos Aires, una persona originaria de otras tierras, amiga de otros sonidos, de otros paisajes y otros sueños, me envió un mensaje de texto. Un mensaje que tal vez ahorra varias horas de discusión filosófica sobre lo que es la dignidad. Es por ello que por primera vez se me ocurrió escribir algo a raíz de un mensaje de texto y decidí titularlo “la dignidad del hambre en una sociedad con hambre de dignidad”.
El mensaje decía simplemente:
“Buen día querido hermano. Hoy será un día duro para todo el pueblo Qom porque hoy a las 14 hs empezamos la huelga de hambre. Te mando un abrazo y les digo que los quiero mucho. Saludos a todos mis hermanos. Tu hermano. Félix Díaz”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-167023-2011-04-26.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/167023-53257-2011-04-26.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-167110-2011-04-27.html
http://opsur.wordpress.com/2011/04/27/la-cidh-insto-al-estado-argentino-a-que-garantice-la-seguridad-de-los-qom-en-formosa/
Adjunto entrevista a Eduardo Galeano en esa esquina de la que hablo en el texto.